- No pensarán echarnos, ¿verdad? - dice el dr. Molina, el veterinario del cuarto. Su vecino, el doctor Frankenstein, me mira con inquina; él votó en contra de mi elección como Presidenta de la comunidad.

     -Desde luego que no, lo he leído muy bien y no hay cabos sueltos. Nadie será echado, esos rumores de que tendremos que mudarnos no son más que bobadas.

    -Yo exijo hablar con el abogado de la finca. - Dice el dr. Frankenstein - Los contratos y las escrituras se pueden cambiar. Hoy nos dicen eso, de acuerdo, pero ¿y si mañana nos encontramos en un piso de alquiler nuevo, pagando una salvajada por cincuenta metros cuadrados?

     -¡Oh, no! ¿Y qué haríamos en un piso moderno nosotros seis…? - se lamenta Ella, la novia del dr. West. No habla de sus hijos, es que tienen cuatro gatos, y necesitan mucho espacio porque Herb West es alérgico a ellos.

     -La presidenta sabe que cuenta con todo mi apoyo - interviene Herb, subiéndose las gafas aupándolas por la patilla - Pero creo que Victor tiene razón, ¿tenemos alguna certeza de que no van a echarnos?

     -Sí, la tenemos - sonrío. - En primera, tengo aquí el contrato, he sacado copias en la biblioteca para que podamos tener todos una y leerlas, y en segunda, el abogado de la finca, el letrado Catafálquez ha accedido a venir mañana por la noche para hablar con todos y hacernos entrega del documento; el castillo se puede vender si y sólo si el nuevo dueño accede a aceptar a todos y cada uno de los inquilinos del mismo y no tocar al alquiler social del que nos beneficiamos gracias al ayuntamiento transilvano.

    ZombiD reparte las copias del contrato entre todos nuestros vecinos. Sin duda habréis visto en las noticias que el castillo de Drácula se ha puesto en venta, y esa noticia ha causado cierta inquietud entre todos sus inquilinos, que somos nosotros*. En su día, hace ya mucho tiempo, Vladi, necesitado de fondos, vendió su castillo al gobierno de Transilvania como monumento nacional, siempre con la condición de poder seguir viviendo en él y usar parte de sus habitaciones como viviendas de alquiler social para personas que… digamos tienen dificultades en encontrar alojamiento en otro tipo de viviendas. Así hemos vivido con tranquilidad desde hace varias décadas, pero el gobierno ahora también necesita dinero, más del que gana con nuestros alquileres, y ha puesto en venta el castillo. Pero a nosotros, no pueden echarnos. Qué diferencia con ciertos pobres huerfanitos que vieron peligrar su hogar, el Orfanato Santa Elena, pero allí llegaron dos hermanos que protagonizan nuestro Cine que ya tendrías que haber visto de hoy. Se llamaban Jake y Elwood y eran Los Blues Brothers.

 


     La cinta da comienzo en una penitenciaria del estado de Illinois, donde a un preso de máxima seguridad le ha llegado la hora. No, no lo van a ajusticiar, lo liberan. Le devuelven su par de pantalones negros, su chaqueta negra, su sombrero negro y sus gafas de sol. Y de esa guisa sale de prisión, donde le espera otro hombre con idéntica vestimenta que le ofrece un gran abrazo. Jake acaba de salir de prisión y Elwood, su hermano, le lleva al orfanato donde ambos pasaron su niñez a visitar a la monja que los educó a varazo limpio, quien les pone al corriente de la apurada situación que pasa: si no pagan cinco mil dólares en impuestos en quince días, cerrarán el orfanato, los niños quedarán desamparados o repartidos en hogares de acogida, ella será enviada a las misiones, y Curtis el celador, gran amigo de los hermanos, se quedará en la calle.

    Jake y Elwood se deciden a conseguir el dinero, pero naturalmente, la monja no piensa aceptar dinero robado, de modo que no va a ser así de fácil. Curtis (Cab Calloway, que para quienes no le conozcan, era un gran cantante de blues) les aconseja buscar respuesta en el Señor y les envía a escuchar al reverendo Cleofus James (James Brown, éste es más fácil que os suene, también canta y lo hace como le da la gana). A pesar de sus reticencias religiosas, Jake y Elwood acuden y allí tienen una revelación: deben reunir de nuevo a la Banda. Y para ello, no se detendrán ante nada y nada puede pararles, por que “están en una misión de Dios”.

     Joliet Jake y Elwood Blues, encarnados por John Belushi y Dan Akroyd respectivamente, se
habían hecho famosos principalmente como cómicos y músicos televisivos durante la segunda mitad de la década de los setenta en el programa Saturday Night Live! que fue el germen de muchas otras cintas, como Los cazafantasmas. En Estados Unidos llegaron pues al cine con una carrera hecha y un nombre famoso; era La Película de los Blues Brothers, la cinta que todo el mundo quería ver, porque significaba pasar del “sketch” cómico de cinco o diez minutos al largometraje de risas interminables. En España no contaban con esa carrera anterior; eso y la abundancia de números musicales hizo que The Blues Brothers (subtitulada “Granujas a todo ritmo”… un día de estos, cogeré al traductor de títulos, le haré comer maíz crudo y luego le pondré al fuego.) pasase por las taquillas con bastante discreción y fuese más bien en los videoclubs donde se hizo famosa, hasta ser la película de culto que todos conocemos hoy, o deberíamos conocer, que para eso estoy yo aquí.

     Jake y Elwood son cantantes de blues y jazz, y su película, además de en la comicidad, se basa en el aprecio a un estilo de música que en la década de los ochenta, tuvo un nuevo florecimiento y representaba la contraposición a la música disco y al pop. Mientras que en las discotecas primaban las lentejuelas y el brillo, blues y jazz se tocaban en locales oscuros y eran la música que tocabas u oías cuando estás triste… pero cuando el blues se pone en Marcha, en palabras de uno de los integrantes de la banda: “podíamos convertir el pipí de cabra en gasolina”. Al igual que sucede hoy con ritmos como el riguetón (no, no voy a molestarme en mirar cómo se escribe, no voy a hacerle tanto honor), al cambiar de década, hubo cierto… desapego (no diremos desprecio porque a tanto no llegó) hacia la música disco. De estar de moda y ser lo rompedor, pasó a ser considerada casposa y hortera, de calidad escasa y sólo válida para intentar arrimar cebolleta. Ahora lo “guay” era reírse de ella y aparentar una mayor cultura interesándote por otro tipo de ritmos y canciones más profundos que el Staying Alive. El paso de los años volvió finalmente a dar enmienda a la música disco, aunque los únicos que hayan seguido los pasos de Travolta, sean los humanos del Wow.


  The Blues Brothers es una cinta hecha por y para los amantes de la música, y es tan divertido como precioso el ver a cantantes y músicos de la talla de Aretha Franklin o Ray Charles pasearse por la película ejerciendo diversos oficios para pretextar su presencia en ella. A diferencia de las cintas musicales al uso, como Sonrisas y lágrimas o las películas Disney, aquí los personajes no  cantan su diálogo, sino que encajan una canción conocida y ya existente en una situación que lo requiere o en la que simplemente, queda bien. Así, Aretha Franklin le advierte a su marido que “piense bien lo que está haciendo y en las consecuencias” antes de lanzarse a cantar Think, y Ray Charles se sienta al piano para tocar Do the swing, para demostrar a la banda que el instrumento, aunque de segunda mano, funciona perfectamente. Así, las canciones, además de por su innegable calidad, no sólo no se hacen pesadas ni ñoñas, sino que encajan en la narración y aún resultan esperadas por el espectador.

    A pesar de que la cinta fue construida pensando sólo en la carcajada, no es en absoluto una película floja, sino una película de humor bien hecha en la que el guión es tan divertido como los propios gags. La frialdad del duo protagonista contrasta brutalmente con las situaciones a las que se enfrentan, viéndose proyectados por los aires dentro de una cabina telefónica, saltando con el coche por un puente elevado o siendo perseguidos por todos los efectivos de la policía del estado. A pesar de que el guión contaba con la colaboración pesada del propio Akroyd, éste dejó el mayor peso protagonista en el personaje de su hermano Jake; ello ocasionó también que la temprana muerte de Belushi, a consecuencia de una sobredosis, truncara el proyecto de la secuela que finalmente vería la luz dieciocho años más tarde, junto a John Goodman en Blues Brothers 2000. Aunque es cierto que la primera parte es mejor, mi debilidad por esta cinta y por Dan Akroyd me hacen decir “valió la pena esperar”.
"¡Nunca es demasiado tarde para enmedarse!"

    Mención aparte merecen los innumerables cameos de la cinta. Dejando aparte a los músicos, muchas caras conocidas se pasean por los 132 minutos de metraje, entre ellos el multitalentoso Frank Oz, Carrie Fisher (más conocida como Princesa Leia), John Candy o, agárrense, Steven Spielberg.

    The Blues Brothers es una cinta cómica basada en la persecución, la exageración, la hipérbole… y a pesar de ello, no se hace absurda en ningún momento, no cae en la demasía ni la incredibilidad de cintas como Agárralo como puedas; sabemos que estamos viendo una comedia que nos presenta una situación imposible, pero la conduce de tal modo, que, durante el tiempo que nos sumerge en ella, nos parece factible. Las persecuciones se van haciendo más y más exageradas, pero siempre de manera gradual, hasta llegar al éxtasis final, coronado por una frase llena de esperanza, porque, pese a toda la cruda realidad en contra, Jake y Elwood son, esencialmente, buenas personas. Al igual que esa, para la posteridad quedarán el resto de Frases de la película, cada una marcando un momento único en la historia, de las que podría rescatar todas, pero sólo citaré un diálogo en el que el lirismo y la prosa poética alcanzan cotas no superadas ni por García Lorca. Ojo, que es muy intrincado y tiene palabras muy poco usuales y complejas:

Elwood: Jo
Jake: ¿Qué?
E: Polis.
J: ¡No!
E: Sí
J: Jo.

     The Blues Brothers es una película llena de humor, ligera y realmente muy divertida. Pero está llena de canciones y es preciso que te guste un poco el blues… aunque si no te gusta, lo más fácil es que después de verla, lo adores. Cinefiliabilidad 3.

Y esto, era inevitable:


"La palabra que estoy buscando no la puedo decir, porque hay juguetes preescolares delante". Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.


*Por si alguno siente curiosidad, la distribución de las viviendas es ésta:

Ático: el tiíto Creepy, el Bibliotecario y las Tres Brujas. Uno de los torreones aún está libre, pero está ya reservado su alquiler, lo siento.*

Cuarta planta: Doctor Frankenstein y señora. Doctor Herbert West y Ella. Dr. Jacinto Molina,  Personal Training de musculación y veterinario especializado en cánidos (no pasa consulta las noches de luna llena y el porqué, no nos interesa).

(Planta que no existe, en la que no hay enfermos mentales, ni experimentos vivos de ningún tipo).

Tercera planta: Vladi Tsepes y Mina Harker. Lestat... y sus líos temporales.

Segunda planta: Igor (se pronuncia "Aigor"). Frankie Stein y señora.

Primera planta: Fred Kruegger. Señora Vorhees e hijo. Gabinete psicológico y cursos de cocina creativa del dr. Lecter (trimestre de los cupcakes).

Bajo-subsuelo mazmorra: ZombiD, el zombie rockandrollero. Yo, la escritora y, por éste año, presidenta de la comunidad. El vórtice de debajo de la alfombra.

MásAbajo: Zombies en apartamentos de renta limitada. Las Cosas de la Infraoscuridad. Fósiles variados. No hay petróleo aquí. El Dormitorio de Cthullu (Sean tan juiciosos de no molestar). Y más abajo aún, ya no sé... creo que hay un hámster que da vueltas, y ZombiD dice que él ha visto al Diablo mirando la tele en calzoncillos, pero yo no sé si creérmelo.


*Algún día vendrá la reencarnación de Dios que nació el 24 de Diciembre de 1945. Ojalá tarde mucho en venir, pero lo seguro es que ha de venir, así que tiene ya su ático listo.