-¿Un poco de miel con el tĆ©? - Se la ofrezco con mi mejor sonrisa; es miel griega, de tomillo. A Leandro le gusta mucho. 

    -Lo siento, pero el coche de la seƱora, es intocable. - me dice, y le tranquilizo sin ocultar cierta indignaciĆ³n. 

    - ¡No, no! ¡Por favor, Leandro, ¿cĆ³mo se te ocurre que yo quiera pedirte algo semejante, ponerte en ese apuro?! Si te he invitado, no es para pedirte nada... que te meta en problemas. - Me mira con expectaciĆ³n socarrona, elevando las cejas. - sĆ³loquieroquecantesparamĆ­yZombiD. - digo muy deprisa, pero antes que termine, Ć©l ya estĆ” riendo y negando con la cabeza. -¡Por favor! Sabes que he vuelto hace poco, D lo ha pasado muy mal, quiero ofrecerle algo que le demuestre que le quiero y, para cantar canciones romĆ”nticas, tĆŗ tienes la voz mĆ”s bonita de Transilvania...

    -Menos jabĆ³n. Si pretendes que pase mi noche libre cantando para ti y para ese queso corso que tienes por novio, vas a tener que ser mucho mĆ”s convincente. 

    -Muy bien - suspiro y oculto las manos bajo la mesa - Conste que yo no querĆ­a hacer esto, Leandro, pero que me has obligado. - Enciendo un cigarrillo, aspiro con fuerza, y antes de que tenga tiempo de levantarse, le lanzo el humo a la cara. De inmediato se queda clavado al suelo, aspirando el aroma del tabaco que su seƱora le tiene prohibidĆ­simo - Te dejarĆ© venir a fumar a mi mazmorra siempre que tĆŗ quieras, no le dirĆ© nada a tu seƱora, ¡y hasta te darĆ© caramelos de menta para que no te huela!

   Lo harĆ”. El tabaco es su talĆ³n de aquiles. Y para agradecĆ©rselo, ademĆ”s de dejarle fumar, vamos a dedicarle nuestro Cine Freak Salvaje de hoy: El diablo se lleva los muertos.


 
Hay quien dice que en el arte, en realidad no hay nada inventado, que lo Ćŗnico que se hace es revisar los tĆ³picos y las viejas historias, y vestirlas con ropajes nuevos. En parte puede ser cierto, y en esta ocasiĆ³n, yo recuerdo que en el aƱo 1984, cuando se estrenĆ³ Pesadilla en Elm Street, uno de los reclamos publicitarios de dicha pelĆ­cula era "la cĆ”mara filma, por primera vez, el interior de una pesadilla". Bien, pues pese a mi adoraciĆ³n por el asesino de la garra, debo decir que esa frase de publicidad, es falsa. Mario Bava, director de la cinta que nos ocupa, ya rodĆ³ doce aƱos antes el interior de una pesadilla. La pelĆ­cula que hoy os traigo es precisamente eso.

     Estamos en Toledo, y una turista llamada Lisa (Elke Sommer) contempla la catedral, donde hay un curioso fresco titulado "el diablo se lleva los muertos". Se despista un momento de su grupo de viaje, y se extravĆ­a, yendo a dar a una tienda de viejo en la que un hombre ha llevado a arreglar un carillĆ³n y un maniquĆ­. El hombre se vuelve y es idĆ©ntico al diablo del fresco (Telly Savalas). Y a partir de ahĆ­, empezarĆ” la pesadilla de Lisa. Como tal pesadilla, y como cinta de Mario Bava, a quien le importaba mĆ”s la forma que el fondo, el argumento es ligero, apenas hilado y son mĆ”s importantes las imĆ”genes y la estĆ©tica que la historia en sĆ­. La cinta, proveniente de la escuela de terror italiano que dio directores como Dario Argento, se basa ante todo en la belleza de las imĆ”genes y busca perseguir el terror a travĆ©s de las mismas. ¿Que cĆ³mo es esto posible? Pues como pensĆ³ Atreyu al estar frente a las Esfinges que protegĆ­an la primera puerta del OrĆ”culo del sur: "La belleza puede ser horrible".

     A travĆ©s de contrapicados y movimientos de cĆ”mara, con una narrativa preciosista, mĆŗsica
enlatada y la fragilidad de la Sommer, Bava nos mete en una realidad onĆ­rica en la que no debemos fiarnos por completo de nuestros ojos, y convierte lo cotidiano en aterrador simplemente haciendo que lo miremos desde otro Ć”ngulo, de modo que las inocentes calles de Toledo se transformen en muros de pĆ”nico y claustrofobia, pese a estar al aire libre, dado que nos encontramos encerrados de una manera mucho mĆ”s rotunda que si estuviĆ©ramos en una prisiĆ³n: nos encontramos atrapados en una fantasĆ­a, pero es otro quien la sueƱa.

     Lisa se encontrarĆ” de pronto metida en una realidad que no entiende, perdiendo cada vez mĆ”s los lazos que la sujetan a la cordura ante la arrolladora cantidad de sucesos extraƱos que se abalanzan sobre ella. Falsa identidad, asesinatos, muerte, y hasta necrofilia se darĆ”n la mano para acompaƱarla en una pesadilla de extraƱeza y terror hasta una conclusiĆ³n propia del mĆ”s puro Hitchcock. Durante todo su viaje, estarĆ” acompaƱada por el Ćŗnico personaje que, estando inmerso en la trama, parece ajeno a ella y aĆŗn permitirse el lujo de disfrutar con la misma de forma cĆ­nica y llena de un sarcasmo tan cruel, como irresistible: Leandro el mayordomo, encarnado por Savalas. Adoptando un papel mĆ”s propio de un maestro de ceremonias que de un personaje sujeto a un guiĆ³n, Leandro ejerce una misteriosa fascinaciĆ³n sobre el espectador, y se convierte en casi el Ćŗnico hilo conductor de la trama, en alguien que nos ofrece, de modo indirecto, las explicaciones precisas aunque estas se den con cuentagotas, para que vayamos contruyendo la trama. A tĆ­tulo de curiosidad, ya aquĆ­ Savalas utilizĆ³ un chupa-chup para dar su toque al personaje, golosina que le harĆ­a caracterĆ­stico en su papel de Teniente Kojak apenas un aƱo mĆ”s tarde, al punto que aĆŗn existen chupa-chups que llevan el nombre del citado policĆ­a.

    El diablo se lleva a los muertos se titulĆ³ originalmente Lisa e il diavolo y se tratĆ³ de una coproducciĆ³n europea de las que fueron tan comunes en la dĆ©cada de los setenta, contando con capital italiano y espaƱol, y obtuvo un moderado Ć©xito en Cannes en el aƱo 1972. Al aƱo siguiente, con el taquillazo de la cinta El exorcista, el productor de la cinta, Alfredo Leone, no dudĆ³ en tirar de reciclaje para intentar sacar mĆ”s dineritos, y rodĆ³ quince minutos mĆ”s de pelĆ­cula deprisa y corriendo para meter a un exorcista, encarnado por el actor Robert Alda, y modificar el montaje a fin de que la protagonista fuera vĆ­ctima de una posesiĆ³n demonĆ­aca. El tĆ­tulo fue cambiado a La casa del´essorcismo y firmada por el propio Leone bajo el seudĆ³nimo de Mickey Lion. Esto de, vulgarmente hablando, apuntarse al carro de una cinta de Ć©xito y hacer un refrito de la misma esperando sĆ³lo obtener rĆ©ditos, es lo que en cine se llama "exploitation", y aquella fue de libro de texto, ademĆ”s de un "lo que no debe hacerse". Bava renegĆ³ de ese nuevo montaje, que no soporta un visionado y si la cinta original tenĆ­a un argumento suave, la retocada directamente no se tiene de pie.

    El diablo se lleva a los muertos es una cinta de terror italiano de los setenta y como tal, es preciso
tener en cuenta que la trama, ni va a ser intensa, ni densa, y ni siquiera cerrada por completo, sino que puede tener distintas interpretaciones. Es una pelĆ­cula donde importa mĆ”s el modo de contar la historia que la misma historia, que aĆŗn asĆ­ no deja de ser inquietante y atrayente, precisamente por el trabajo de los actores, y porque la estĆ©tica es absorbente y su belleza nos embriaga, impidiĆ©ndonos pensar en nada que no sea el misterio. Consigue asĆ­ una inmersiĆ³n cinematogrĆ”fica muy alta. Al igual que otras cintas de terror similares como PĆ”nico en el transiberiano, resulta distraidĆ­sima, y uno sĆ³lo se da cuenta de la justeza argumental al final de la cinta, pero no durante la misma. Se trata de una pelĆ­cula que nos lleva a miedos clĆ”sicos, a fantasmas, casas encantadas... y al mismo tiempo a miedos modernos como los asesinos en serie y el slasher, de modo que no queda desfasada y hasta anima las apetencias de verla de nuevo. No obstante, se trata de una cinta de los setenta, y para algunos aspectos puede resultar ingenua. Cinefiliabilidad 7, lo que significa que se puede hacer algo Ć”rida si esperas un argumento increĆ­ble, pero la disfrutarĆ”s si te dejas llevar por la atmĆ³sfera.


"Who loves ya, baby?"


"Cada dĆ­a, y en todos los aspectos, estoy mejor, mucho mejor... ¡en algun lugaaaaaaaar... sobre el arcoĆ­riiiiiiiiiiiiiiis...!" Si no coges esta frase, tienes que ver mĆ”s cine.